Los vínculos afectivos sanos creados en los primeros años de vida de un niño con los progenitores o adultos de referencia , constituyen un elemento de protección frente a problemas mentales en la vida adulta. Los actuales estudios de neurocencia avalan como el apego seguro caracterizado por la consistencia comportamental, la predictibilidad y la sintonía emocional de los cuidadores principales y el niño o la niña, facilitan el cableado del cerebro en desarrollo (D.Siegel) dotándolo de resilencia frente a los eventos vitales estresantes y de mayor regulación emocional.
Los cuidadores, necesitan conocer y concienciarse de su importante papel en el desarrollo emocional de los menores. El cerebro del padre/madre es el referente de regulación afectiva para el cerebro del niño o niña. Si un progenitor carece de estrategias de autocontrol, presenta conductas imprevisibles, se relaciona de forma sobreprotectora, ansiosa o evitativa con el menor o tiene conductas desorganizadas y emociones desbordadas, va a marcar el desarrollo emocional y psicológico del niño restándole seguridad, incidiendo en su autoestima o su capacidad de autocontrol emocional, construyendo en el menor un apego ansioso, evitativo o desorganizado que marcará futuras relaciones y reacciones.
No hay padres o madres perfectos, pero si existe la posibilidad de reparación de los errores parentales frente al menor y actos cotidianos que favorecen la creación de un vínculo sano con un apego seguro que es el que facilita el equilibrio emocional de los hijos y su desarrollo adecuado.
La inconsistencia, imprevisibilidad de la conducta parental, los gritos, insultos, devaluaciones, castigos físicos, negligencia o abandono físico y emocional, la falta de comprensión y sintonía con los estados emocionales del menor, la falta de escucha o empatía pueden corregirse. En muchas ocasiones los padres ofrecen el modelo educativo y afectivo en el que fueron educados. Una reflexión sobre el mismo permite sanearlo e introducir nuevas conductas más eficaces y protectoras. Y modificando el estilo relacional de los padres y madres con los hijos prevenimos problemas posteriores en la vida adulta. La educación emocional es una tarea que implica consciencia, reflexión y tiempo.
Elisa Múgica, Gabinete Centro Vitae Psicología
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