Las habilidades sociales son un conjunto de conductas que nos permiten interactuar y comunicarnos con otras personas en diferentes entornos y contextos de nuestra vida. Nacemos con la predisposición de vincularnos y conectar con otras personas, como buenos animales sociales que somos. Sin embargo, estas habilidades las vamos adquiriendo, aprendiendo y perfeccionando con el tiempo.

Mejora tus habilidades sociales: Aprende a relacionarte de forma satisfactoria

En el siglo XXI nos encontramos con diferentes situaciones que dificultan relacionarnos de forma adecuada. Hemos atravesado una época de privación social durante el confinamiento y pandemia, que ha dejado una huella en nuestro mapa relacional. Gracias a las nuevas tecnologías hemos podido preservar esas conexiones, pero lo hemos hecho sin características claves como son la cercanía, el contacto, la afectividad y comunicación cara a cara. Y estas tecnologías han venido para quedarse.
Son muchas las personas que detectan que les cuesta hablar en persona, conocer a gente nueva, expresar su opinión y mantener amistades. Aprender a relacionarnos a través de una pantalla dificulta el desarrollo de nuestras habilidades sociales, implicando problemas de comunicación, evitación, refugiarnos en redes-videojuegos y/o aislarnos socialmente, lo cual puede derivar en diversos problemas psicológicos.

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10 claves para relacionarte de forma satisfactoria

Estas son algunas de las herramientas que pueden ayudarte a conocer y entablar amistad, gestionar conflictos y sentirte de forma cómoda en tus relaciones.

1. Comprender los miedos sociales
La timidez, vergüenza, miedo o inseguridad son reacciones – más comunes de lo que pensamos – que surgen ante reuniones o conversaciones sociales. Si sientes que estas emociones y sentimientos te limitan o condicionan a la hora de relacionarte, necesitas aprender a gestionarlos.
Comencemos por identificar cuáles son las emociones que aparecen ante una interacción social, conocer qué pasa dentro de uno mismo/a sin juzgar. Estos miedos sociales pueden ser fruto de etapas infanto-juveniles, de cómo se relacionaban mis figuras de referencia, cómo era nuestro vínculo y qué me transmitían. Es ahí cuando empezamos a crear un andamio de creencias e interpretaciones según lo que recibimos y percibimos (soy tímida, soy vergonzoso, no callo, soy un terremoto…). ¿Qué tal si revisamos ese andamio para construir unos cimientos más sólidos en el presente?

2. Seguridad en mí mismo/a
Cuando tendemos a vivir condicionados por esos miedos sociales nos repercute en la manera que nos relacionamos interna y externamente. Si nuestra respuesta es dejar de hacer cosas, no compartir o no salir de casa, estamos evitando, lo que a la larga nos mantiene en una sensación de malestar y nos aleja de las personas.
Podemos comenzar a afrontar progresivamente estas situaciones poniéndonos pequeños retos (enviar un mensaje, proponer tomar algo, saludar en la calle). Asimismo, podemos apuntarnos a talleres y actividades que impliquen compartir con otras personas (ejercicio en grupo, teatro), nos enriquezcan y ayuden a crear esos cimientos de confianza y seguridad.

3. Mostrar interés
Mostrar interés por las demás personas comienza por tener una implicación y escucha activa, no estar con el móvil, preguntarle, proactividad al proponer planes, programar quedadas, conectar emocionalmente, compartir actividades agradables, escribir un mensaje o hacer una llamada.

4. Afectividad
Cada persona es un mundo, las hay más cariñosas, menos, depende del día. Lo común a todas es que la necesidad humana más básica y primaria es la conexión, el afecto, ese pegamento emocional que genera confianza y seguridad. Conocernos a uno mismo/a es fundamental para saber cómo es tu batería social y necesidades afectivas, y así poderlo expresar a las personas con las que compartimos relaciones. Es aquí donde hemos de encontrar un punto de equilibrio y reciprocidad.

5. Escucha activa
Escuchar activamente consiste en poner el foco de atención en lo que la otra persona nos expresa, poder comprender y responder sin juicios ni interpretaciones, si no desde el respeto mutuo. Aquí es muy importante la comunicación no verbal, la disposición de nuestro cuerpo, una cercanía sin invadir el espacio personal, sentarnos o colocarnos hacia la otra persona, mantener el contacto ocular.
No se trata de resolver ni rescatar. Muchas veces, cuando expresamos algo, no buscamos la solución, nadie tiene la barita mágica, lo que necesitamos es sentirnos escuchados y acompañados.

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6. Empatía
La empatía es el arte de comprender a los demás, entender su situación, qué es lo que puede estar sintiendo y necesitando la otra persona. Un ponerte en los zapatos de los demás, sin andar con ellos.
Para ello, pregunta cómo se siente la persona antes de generar tus propios juicios o suposiciones. Esto nos ayuda a conocer qué hay detrás de esa situación o comportamiento, qué le lleva a la persona hasta ahí.

7. Asertividad
Esta es una de las habilidades estrella en el plano relacional. A la hora de comunicarnos podemos hacerlo desde un estilo pasivo, agresivo o asertivo. Los dos primeros son los que más nos suenan y conocemos, los vamos atravesando hasta que vamos aprendiendo y perfeccionando la técnica para llegar a la asertividad.
¿Y qué es eso? Se trata de conocerse a uno mismo/a para poder saber qué sentimos, pensamos, necesitamos, opinamos y queremos, para poderlo expresar de forma adecuada. No consiste en imponer o callar, si no en expresar y transmitir desde la naturalidad, honestidad y respeto. Poder “decir no” ante cosas que no nos apetecen o preferimos no hacer. Esto que tanto se ha puesto de moda, aprender a poner límites.

8. Regulación emocional
Todos podemos tener un mal día en el que nos desbordamos, hablamos con un tono de voz más fuerte, estando secuestrados por el enfado. Por ello, es importante que aprendamos a gestionar nuestras emociones, regularlas como si de un termómetro se tratase y entrenar el autocontrol.
Podemos empezar tomando conciencia de lo que sentimos, poniendo nombre a la emoción, dónde la notamos en el cuerpo, qué nos dice o por qué está ahí, y utilizar estrategias que nos ayuden a canalizar y regular el volumen e intensidad (respira hondo, busca un espacio que te ayude a relajarte, imagina que estás en un lugar agradable, expresar y desahogarte, apretar un cojín, hacer fuerza con los pies hacia el suelo, entre otras).

9. Técnica del sándwich
Cuando surgen momentos en los que necesitamos transmitir algo negativo a la otra persona, es importante que esa crítica la formulemos con inteligencia emocional y asertividad. Se trata de una técnica que consiste en iniciar validando, seguir exponiendo el aspecto negativo que quieres transmitir y cerrar con un aliento o motivación.
Por ejemplo: en varias ocasiones una amiga llega tarde a la hora acordada, cuando tú has tenido que organizarte y cambiar cosas para acudir al plan, esto te molesta y genera enfado. En lugar de ir acumulando, puedes decir “entiendo que tienes muchas cosas y vas agobiada, sin embargo, me gustaría que me avisases para yo poder aprovechar el tiempo, ¿te parece que hagamos eso si ocurre otra vez?”.

10. Resolución de conflictos
Los malentendidos o discusiones ante diferentes opiniones o reacciones son comunes en las relaciones. Normalmente se concibe el conflicto como algo negativo y que hay que evitar. En cambio, los momentos de desacuerdo e intercambio de pareceres son necesarios, ya que ayudan a que las personas expresen sus puntos de vista, conozcamos a los demás, sus fortalezas y debilidades, son como un motor de cambio. El conflicto nos moviliza a resolver y crecer, lo importante es cómo lo vivimos y gestionamos. Es por ello que, necesitamos entrenar las habilidades anteriores para que los conflictos no se conviertan en campos de batalla, desbordamientos emocionales y conductas disfuncionales.

Imagina que las relaciones sociales son como plantar una semilla, que necesita ser abonada, regada y cuidada para crecer y florecer. ¿Cómo te gustaría cuidar tus relaciones?

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