En la infancia es muy habitual tener miedo a la oscuridad. A menudo, los hijos de entre 3 y 8 años, piden a los padres que dejen la puerta abierta e incluso les dejen encendida una pequeña lámpara hasta que se duerman.
Este tipo de sentimientos, en este momento del desarrollo, está directamente relacionado con los miedos y temores evolutivos. No obstante, en la fase adulta, el miedo a la oscuridad debe ser tratado como una fobia.
Uno de los momentos en que se manifiesta este temor es a la hora de irse a dormir, es decir, cuando se quedan solos en la habitación y se apagan las luces. Por ello, pueden que quieran retrasar este momento y lo alarguen con cualquier escusa para no pasar por esa situación de tener que separarse de los papás.
También puede ocurrir que antes durmieran bien y aparecer este miedo de forma mas intensa y repentina.
Al igual que los adultos, es en el momento de ir a dormir cuando uno se queda solo con su interior y, es entonces, cuando aparecen en la mente de alguna manera situaciones que les preocupan y, con ello, emociones de inquietud, activándose así su sistema nervioso y dificultando el estado necesario de relajación para dormir.
Por lo que habrá que investigar que puede estar pasando en la vida del niño que le este generando inquietud o que le ha pasado en momentos anteriores que se está activando ahora.
Por otro lado, la oscuridad les puede hacer sentir que están solos, y esto genera inseguridad y miedo, pues los niños, se sienten tranquilos y protegidos cuando, perciben que sus papás o los adultos que los cuidan están ahí para protegerlos, cómo cualquier mamífero la presencia el contacto y la cercanía, les produce seguridad y calma para poderse relajar y dormir.
Este hecho esta debajo de porqué las parejas duermen juntas. Sentir la cercanía del otro te hace sentir seguro y protegido. Por ello, los niños duermen separados de los padres por cuestiones culturales, pero no porque en las primeras etapas sea lo que biológicamente necesitan, si les diéramos a elegir siempre optarían por estar cerca de los papás, hasta que su desarrollo les permitiera alcanzar más seguridad y necesidad de independencia como es la adolescencia.
Esto no significa que tengamos que meterlos en el cuarto, pero sirva para entender sus necesidades y que lo natural es la dependencia, no lo contrario. Por eso, la meta va a ser que puedan sentirse a salvo, seguros, y que sientas a los papás cercanos y disponibles para que puedan relajarse, aunque no estén físicamente todo el tiempo con ellos.
Además, es importante diferenciar si nuestro hijo tiene miedo a la oscuridad como parte de este proceso evolutivo natural, o es debido a que, por alguna experiencia vivida no se puede relajar y descansar.
Puede ser que hayan experimentado alguna vivencia que les ha generado inquietud, han podido ver situaciones que les han inquietado, en televisión o en directo, han podido escuchar a otras personas experiencias difíciles o, incluso, estar experimentando y reflejando de alguna manera situaciones adversas, que los padres o algún miembro de la familia está viviendo, aunque no se hable de ello y por ello, les generan más inquietud.
Qué es el miedo a la oscuridad
El miedo a la oscuridad, en los adultos, es un trastorno fóbico que puede causar un malestar a la persona que lo sufre. También, es conocido como escotofobia o nictofobia. Este tipo de miedos pertenecen al grupo de trastornos de ansiedad. Los síntomas son ansiedad extrema y miedo irracional ante el estímulo fóbico.
Las personas que sufren de este miedo intentan evitar situaciones y lugares donde hay poca luz. La nictofobia es generada por una percepción distorsionada del cerebro de lo que podría estar pasando en esas circunstancias. El sentimiento de ansiedad por ser amenazado por un riesgo imaginario o tener miedo a que algo malo nos pase, genera una sensación de peligro.
Así, el miedo a la oscuridad no es a la noche, sino a los riesgos que puedes llegar a imaginar que te pasen la nictofobia es generada por una percepción distorsionada del cerebro de lo que podría estar pasando en esas circunstancias.
En los adultos, el miedo a la oscuridad tiene que ser tratado como una fobia, y es muy frecuente que empezara en la niñez, lo que nos indica que estas vivencias y miedos ya se tuvieron entonces no fueron abordadas, por lo que persisten en el presente del adulto.
Cómo puede superar un niño el miedo a la oscuridad
Como ya hemos comentado anteriormente, lo que pueda pasar en la oscuridad, genera a los menores un sentimiento de miedo e inseguridad y, de esta manera, creen y sienten que les pueden pasar cosas negativas.
Lo primero es que los padres, vivan esto como natural, si bien hay niños que toleran mejor estar separados de sus padres en la oscuridad, no es lo que un niño necesita, si bien algunos niños se adaptan a esto, pero otros no. Los niños no tienen que aprender a dormir solos, su cerebro no está preparado todavía para calmarse o para entender que no pasa nada. Por lo que es normal que reaccionen así, ya que se trata de una respuesta biológica de supervivencia natural y positiva para sobrevivir. Si no tengo cerca a un adulto que me proteja, estoy indefenso, siento miedo y hago algo, consciente o inconscientemente, para que venga conmigo a cuidarme, solo así me siento a salvo, seguro y me relajo.
Si prestamos atención a los mamíferos la separación de la madre viene cuando sus competencias para la vida aumentan, mientras la presencia de esta es imprescindible.
Con ellos hablaremos de manera tranquila, sin ridiculizar su emoción, sin minimizarla, sin responsabilizarles de sus miedos, dándoles la mínima información de la realidad objetiva. Principalmente, es nuestra presencia tranquila y nuestras acciones lo que les calmará y hará que con el tiempo puedan hacer eso por ellos mismos.
Consejos para superar la nictofobia
Propiciar unas buenas rutinas antes de irse a dormir, evitar pantallas, baño, lecturas, masajes, rituales de respiración, verbalizaciones de lo positivo del día, entre otras, son la manera de ir relajando el sistema nervioso para dormir.
Introducir el juego en la oscuridad puede ayudar a relacionarse con ella mejor, por ejemplo: esconder un objeto y buscarlo con una linterna o jugar al escondite, puede ser de utilidad para que asocie la oscuridad con actividades amenas. No obstante, asegúrate de que estos juegos se realicen antes del horario establecido para irse a dormir.
Mantener las puertas de las habitaciones abiertas e instalar unas pequeñas luces para que no esté completamente a oscuras.
Evitar que el menor vea ciertos programas de televisión, películas o dibujos animados que puedan provocarle miedos, además de cuentos e historias de terror. Tenemos que ser conscientes de que ven nuestros niños. Hoy en día, tienen acceso a mucha información, especialmente digital para lo que no están preparados para digerir.
Si aun teniendo en cuenta todo lo anterior, el miedo persiste, y la angustia es grande, te recomendamos consultar con un profesional, que pueda ayudar a entender que esta pasando en el interior del niño de forma más personalizada y concreta.
Y si esto sucede en un adulto igualmente se puede abordar y resolver en terapia con éxito, entendiendo y resolviendo que hay detrás de este miedo o fobia, pudiendo aprender herramientas útiles para ello.